lunes, 8 de junio de 2009

El señor del acordeón

Tengo un compañero de trabajo que todas las semanas me pasa buena música. Hemos llegado a un pacto, él me pasa música y yo le dejo coger libremente de mi cajón, mis galletas de cacahuetes. Hace un par de semanas me habló de Yann Tiersen. La verdad es que cuando me dijo el nombre, no lo identifiqué. No podía ponerle cara ni sabía si era joven o viejo. Pero sí conocía su música, como todas las personas que en su día vieron Amelie y se dejaron llevar por el mundo fantástico de esta chica.

El acordeón siempre me ha parecido un instrumento muy complejo, aunque a mí siempre me han gustado más los de viento. Por desgracia, me hubiera gustado estudiar algo de música. Lo hice de pequeña, cuando nada te importa, y mis padres prefirieron dejarme las tardes libres para disfrutar de la familia. A veces pienso que deberían haberme forzado un poquito, porque la verdad es que me he quedado con las ganas de conocer este arte un poco en serio. Me gusta la música, y se cuando alguien toca bien o es mediocre. ¿Habéis visto cuanta gente toca bien y está en la calle?

Cuando vivía en Ruzafa, para ir a mi trabajo debía atravesar un pasaje. En este pasaje siempre había un señor mayor, de Rumanía posiblemente, que tocaba el acordeón de maravilla. Y no lo decía yo sola. Cuando he pasado con algún amigo profesional, sin yo decir nada, han hecho un comentario sobre lo bueno que era esta persona. A veces me dieron ganas de parar y preguntarle por su vida. Era muy respetuoso, si pasaba una niña en carro durmiendo, paraba de tocar hasta que pasaba la niña y así no despertarla. La cosa es que nunca le dije nada. Lo que sí hacía era darle alguna moneda porque realmente, tocaba de maravilla. Era un placer escucharlo.

Un buen día, decidieron cerrar el pasaje por obras del metro. Han cerrado el pasaje para siempre y nunca más he vuelto a ver al señor del acordeón. Por eso, estos días cuando escucho a Yann Tiersen, me acuerdo de él. Espero que le vaya bien.

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