jueves, 21 de mayo de 2009

Cambios

Después de varios meses de rumores, la noticia ya es oficial. Nos cambian de oficina. Nos desplazamos de un edificio donde se encuentran las empresas más importantes de nuestro sector, un edificio domótico, último piso (13º) y con unas vistas espectaculares... al entresuelo de un edificio humilde, antiguo, oscuro y sin aire acondicionado, para juntarnos con la otra mitad de la empresa que llevan allí toda la vida. Eso sí, en una zona con mayores servicios... es decir, se acabaron las clavadas de la única cafetería cercana a la oficina actual, y pasamos a la gran variedad de restaurantes y cafeterías de la nueva zona.

El caso es que esta mañana en el metro me he encontrado con una compañera. No ha tardado nada en sacar el tema. La chica es bastante joven, aún está estudiando en la Universidad, y me he quedado sorprendida de lo mal que ha tomado la noticia. No es porque viva a un minuto del trabajo, o le guste más este edificio, o la nueva zona no le guste... Simplemente es que no le gustan los cambios. No le hace ninguna gracia ir a un sitio donde ya hay gente "habitando", mucho menos, conocer gente nueva, y para qué vamos a hablar de lo que va a ocurrir con su mesa y su silla! Pues todo esto me ha sorprendido mucho. Y es que no se trata de una persona de 90 años que lleva toda la vida viviendo en la misma casa y usando los mismo platos. No. Es una persona de ventipocos. ¿Qué le pasa a la gente joven? Es que no dejo de preguntármelo.

En mi caso, tampoco me viene muy bien cambiar de oficina. Primero porque pasaré de 10 minutos a 30 en llegar a la nueva oficina. Esto, a la hora de volver a casa, molesta. Pero sobretodo porque dejaré de ver a un amigo con el que comía todas las semanas. Lo voy a echar de menos, seguro. En cambio, me encanta la idea de ir a una zona donde hay oferta de locales, me apetece mucho conocer a toda la gente que trabaja allí, cambio de aires, no se... Espero que la red de Internet vaya mejor que en la oficina actual!

Y la verdad es que hay mucha gente "de costumbres", que no les gusta cambiar de monotonía. Me imagino que así son felices, pero no saben lo que se pierden.

Cuando tenía 6 años, mi familia y yo fuimos a Mallorca a pasar unos días de vacaciones, pero una vez allí, mis padres decidieron quedarse un par de años. A los dos años volvimos a Valencia, a mitad de curso, y pudimos seguir en un colegio bastante alejado de mi casa. A los dos años, nos llevaron a otro colegio más cercano. A los dos años, cambié al Instituto. Y en mi Instituto, todos los años había reciclaje de profes y alumnos.
Durante mucho tiempo, me molestó todo lo que hicieron mis padres con nosotros. Yo nunca he tenido amigos de la infancia, como muchos tenéis, pero ahora, me siento muy afortunada por todo lo que me he movido. Todas estas andanzas me han servido para no tener apego inexplicable a nada, a ser una persona muy abierta. Hablo con cualquiera, me gusta conocer gente nueva, y me adapto muy rápidamente a los cambios.

Hoy en el metro con esta chica, he pensado en todo el trajín que han llevado mis padres con nosotros.

Os lo agradezco.

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